
CASTRO (La Opinión de Chiloé) — En manos del Juzgado de Letras de Castro se encuentra actualmente una millonaria demanda de indemnización de perjuicios interpuesta en contra del Servicio de Salud Chiloé por un eventual actuar negligente del equipo médico del Hospital Dr. Augusto Riffart de la capital provincial, y que se habría mantenido en secreto por un largo tiempo, sin perjuicio de la aparente existencia de acciones y/u omisiones que derivaron en consecuencias hacia una mujer que serían irreparables, y que la acompañarán el resto de su vida.
De acuerdo a antecedentes del caso que tuvo a la vista La Opinión de Chiloé, los hechos habrían quedado al descubierto en julio de 2024 cuando la afectada, tras años de buscar un diagnóstico preciso sobre un cuadro permanente de dolor en el área de la columna —tanto en el Hospital de Castro como en Cesfam adosado a aquél—, recurrió a una clínica privada donde, de manera sorpresiva, se le se detectó un cuerpo extraño de tipo metálico en la zona en comento, cuyo origen se vincularía a un procedimiento desidioso practicado en el recinto de marras.
En particular, y tras una simple radiografía que por causas no precisadas nunca nadie le había ordenado previamente en las innumerables ocasiones que fue a algún recinto de salud pública, se observó tal objeto que sería compatible con una ajuga quirúrgica, la que habría quedando cuando fue sometida a anestesia raquídea previo a una cesárea, situación de la que jamás fue notificada, por lo que todo el personal que estuvo en pabellón supuestamente se quedó callado por años, incluso cuando comenzó a sentir dolor que se volvió crónico.
Como se puede inferir, todo este proceso ha sido largo y engorroso, con años de consultas médicas (reiteradas) donde la paciente explicaba, una y otra vez, que sufría dolor y molestias, síntomas que habrían progresado hasta el punto en que comenzaron a afectar su movilidad y capacidad para realizar tareas tan rutinarias como abrocharse los zapatos o estar sentada por períodos prolongados.
Precisando, y para tener una perspectiva del tiempo en que la afectada no fue diagnosticada correctamente o no se le ordenaron exámenes correctos o no fue examinada in extenso, se debe mencionar que la cesárea se remontaría al año 1997 en el Hospital de Castro, dependiente del Servicio de Salud Chiloé, y que al poco tiempo comenzó con los síntomas que se mencionan: nadie encontraba una causa para las dolencias.
Luego, recién en 2024 se le ordenó una resonancia magnética, la que fue practicada en un centro privado de la capital provincial, instancia donde por primera vez un radiólogo detectó la presencia de un objeto metálico en la columna, por lo que tal examen fue inmediatamente cancelado debido al evidente riesgo que podría existir. En efecto, el resonador, al tener un potente imán, podría haber impulsado la aguja con fuerza hacia el centro del equipo, pasando a dañar zonas del cuerpo de la mujer.
Por tal razón, y ya sabiendo el potencial origen del dolor, la paciente decidió consultar en una clínica privada en la región Metropolitana, concluyéndose en julio de 2024 que existía una aguja detrás de una de sus vértebras, y que pinchaba una y otra vez tejido blando. Aquélla, había quedado cuando al anestesiólogo se le quebró la aguja y, como se viene diciendo, la afectada nunca fue informada, nunca recibió seguimiento y todo el equipo del pabellón presuntamente ocultó este grave error.
La paciente asegura que «después de tanto tiempo de sufrimiento al fin, supe la razón de los intensos dolores que sufrí por tantos años. No obstante, mi familia y yo no logramos comprender como las personas que prestaban funciones en el Hospital de Castro, a quienes les tocó atenderme tantas veces, no fueron capaces de detectar un error de tal magnitud, o no pidieron que se me realizaran exámenes adecuados, que nos entregaran la causa real de mi condición, labores profesionales para las que claramente están capacitados».
Añade que «una simple radiografía, podría haber demostrado inmediatamente que mis problemas eran causados por una aguja incrustada en mi cuerpo», sin que se sepa hasta ahora las razones por las cuales nunca se le ordenó una. ¿Sabían que tenía la aguja? ¿Quiénes practicaron la cesárea? ¿Siguen trabajando en el Hospital? ¿Siguieron atendiendo a la paciente que llegaba con dolor sabiendo lo que pasó ese día? Todas esas dudas razonables se discutirán en juicio.
Agrega la mujer preguntándose el «porqué nadie pudo dar rápidamente con un diagnóstico correcto, me cuesta comprender cómo se pudo realizar un acción tan negligente, como el hecho de ser tan despreocupados para no darse cuenta de donde se dejan los objetos quirúrgicos que se utilizan en toda operación y como pudieron dejarla dentro de mi cuerpo sin que nadie se percatara. Lo que tuvo como consecuencia poner en grave riesgo mi vida durante varios años y afectando mi calidad de vida».
Añade además que «tampoco comprendo, cómo el equipo médico que me asistió en el año 1997, no realizó exámenes posteriores a la operación para verificar que no hubiese problemas causados por la intervención y para comprobar que todo se realizó correctamente», para continuar diciendo que todo lo que pasó demostraría que en el Hospital de Castro no se actuó de manera responsable sino negligentemente, «lo que trajo como consecuencia todos los dolores que tuve que soportar y además que se puso en gran riesgo mi salud», dice.
Sin perjuicio de lo anterior, cierra asegurando que «la presencia de este objeto metálico en mi columna ha provocado dolores crónicos, disminución de movilidad y deterioro de mi salud física y emocional, si estoy mucho rato sentada siento molestias en mi columna al levantarme, y lo más grave es que me dijeron que era imposible su extracción por el tiempo transcurrido y los riesgos asociados».
¿Y que dicen desde el Servicio de Salud Chiloé? La Opinión de Chiloé confirmó que el 24 de octubre de 2024, se intentó realizar una mediación entre la paciente y el organismo del Estado mencionado, instancia donde nadie de tal servicio se presentó a pesar que fue expresamente citado, por lo que la afectada decidió escalar y demandar.
Adicionalmente, y en el proceso judicial en curso, la abogada del hospital dice grosso modo que: «esta parte es tajante en afirmar que las dolencias que sufre la usuaria no tienen ninguna relación con el cuerpo extraño, de cuyo conocimiento, se obtiene por un hallazgo accidental en los estudios imagenológicos, cuyo origen (del cuerpo extraño) se desconoce y que nada incide en su sintomatología», añadiendo como causal otra enfermedad para el dolor.
Lo interesante de este argumento es que fuentes consultadas por La Opinión de Chiloé confirmaron que si bien es cierto hay diversas causas para la patología que el recinto menciona en su defensa —la que se mantendrá bajo reserva—, también la existencia de un traumatismo físico podría desencadenarlo, por lo que asumir que la aguja es inofensiva sería un argumento temerario que requerirá robustos medios probatorios que hasta el momento no se han expuesto.
Señalan además que «esta parte niega que el cuerpo extraño que la actora menciona en su libelo, sea un insumo quirúrgico alojado en su organismo luego de algún procedimiento efectuado en este recinto de salud, acusar aquello es solo una elucubración de la actora, sin sustento alguno», asegurando que «la existencia de dicho cuerpo extraño y la ubicación del mismo no tiene en lo absoluto relación con las dolencias de la actora ni la afectación de su movilidad, lo anterior se explica por la sola ubicación de dicho cuerpo extraño, el que se encuentra en tejido subcutáneo superficial de la región lumbar y por ende no es factible que provoque algún tipo de padecimiento como aquellos que manifiesta la demandante».
Eso sí, después de dejar entrever que sería prácticamente «inocuo» tener una aguja incrustada en el cuerpo, reconocen que «no está indicada la extracción de dicho cuerpo extraño, por cuanto aquello no es la causa de su afectación y su extracción la expondría innecesariamente a los riesgos inherentes a cualquier procedimiento médico quirúrgico».
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