A una semana del violento incendio ocurrido en la localidad de Taiguén, al suroeste de la ciudad de Ancud por la ruta W-220 (casi al lado de Aucaco), poco y nada ha cambiado para los afectados que actualmente viven allegados y hacinados en una casa que pertenece a un sobrino de la otrora propietaria de la casa habitación siniestrada.
El incendio estructural partió alrededor de las 15.00 horas del pasado lunes 11 de julio en la propiedad de Hilda Maldonado, siendo consumida completamente por las llamas. Doña Hilda es adulto mayor, y compartía la vivienda con otros tres familiares de avanzada edad, dos de los cuales presentan serios problemas a la salud: José Maldonado, quien es no vidente, y Herna Maldonado, que no puede caminar por complicaciones derivadas de úlceras en sus piernas; a ellos se une Lidia Maldonado, de avanzada edad, y un pequeño de 12 años de edad, nieto de doña Hilda, que asiste a la escuela rural municipal «Sol del Pacífico» de Pilluco.
El incendio profundizó un drama que ya vivían los Maldonado: La Opinión de Chiloé corroboró que hace más de dos meses atrás el padre del menor (e hijo de doña Hilda) falleció, dejándolo prácticamente huérfano y al cuidado de su abuela, que ahora perdió todo. Para la dueña de casa este es un tema enormemente sensible y doloroso, sin que haya recibido aún ayuda especializada para sobrellevar la pérdida, nada raro en la comuna de Ancud donde a nivel urbano la atención de salud mental (a cargo del municipio) es flanco de críticas generalizaras por parte de la población, y ni hablar en el mundo rural donde la disponibilidad de tratamiento es raro y/o escaso.
El día del siniestro, la Ilustre Municipalidad de Ancud concurrió a prestarles ayuda consistente en dos colchones y víveres; sí, aunque el lector no lo crea, dos colchones de calidad dudosa para que duerman los cinco, sin dejar de mencionar la canasta familiar entregada: con eso, el municipio aparentemente dio por cumplida su misión benéfica a los cuatro ancianos y el niño porque no volvieron a aparecer más. Hay que recordar que existe un presupuesto anual para ayudas sociales de varios millones de pesos destinados a este tipo de casos y que hay hay gestiones que sólo puede agilizar el municipio para soluciones de mediano y largo plazo; en el corto plazo, los vecinos del sector han prestado su apoyo a esta familia.
Un dato curioso es que La Opinión de Chiloé tuvo a la vista una Orden de Compra para «Alimentos» por $187.938.- enviada a Dupré justo un día después del incendio (n.º2658-856-SE16), por lo que se esperó conocer el detalle dado que eventualmente podría haber subsanado la paupérrima «ayuda social»; sin embargo, era falsa alarma: tal monto era para galletas, panes, mortadela lisa, queso laminado, azúcar en cubito, café, bandejas de cartón, servilletas y cucharitas desechables para alguna actividad municipal ¿dónde están las prioridades? Ni hablar de la Orden de Compra n.º2658-853-SE16 por $200.000.- para un cóctel que la DIDECO emitió ese mismo día.
Los incendios son eventos catastróficos para aquellas familias que se ven afectadas, y tras un arduo trabajo puede recuperarse lo material; sin embargo, ¿qué pasa cuando todos los integrantes tienen más de 68 años de edad y tienen un niño a su cargo?
Se desconoce la existencia de algún otro aporte por parte del Departamento Social del municipio considerando la avanzada edad y problemas de salud de dos de ellos, sin mencionar que quedaron con lo puesto al escapar de las llamas, incluyendo el niño. Tras ello, un grupo de vecinos ha organizado una pequeña campaña para ir en ayuda de los cinco integrantes con alimentos no perecibles, útiles escolares, dinero (ninguno tiene alguna cuenta bancaria) y ropa para el niño en la localidad.
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